Monday, January 16, 2006

PARTITURAS

Todos los días de mi vida, casi siempre despierto y algunas veces dormido, he tenido el mismo y agradable sueño: amanece y me despierto tranquilo. Pero mi sueño no consiste en que alcanzo la tranquilidad del que sabe que lo tiene todo ganado (fama y riqueza, salud y bienestar), sino la que emana del propio espíritu.
Un espíritu en paz convierte a su dueño en una persona tranquila, y estar tranquilo es un sueño casi inalcanzable.Despertar tranquilo no supone jugar a caballo ganador. Podemos despertarnos tranquilos sabiendo que todo está perdido, y la tranquilidad emana, en tal caso, de saber que nada se puede hacer. Tampoco supone adaptarse sistemáticamente a la derrota, pues en tal supuesto la intranquilidad vendría justificada por no haber hecho todo lo necesario.
La tranquilidad depende de conocer, en cada momento, la partitura que nos entrega el destino, y saber adaptarnos a todas las situaciones a fin de poder desgranar las mejores notas del instrumento más hermoso de que disponemos: la Vida.Cada instante de la vida es como un escenario distinto sobre el cual somos los actores protagonistas.
Ningún acto vivido es idéntico al que le ha precedido, ni será igual que el que le seguirá. A menudo encontraremos situaciones muy similares entre sí, cotidianas unas, cómicas otras, dramáticas a veces, incluso trágicas, y nos toparemos asimismo con capítulos novedosos que no se encontraban inicialmente en nuestros guiones. Intercambiaremos miradas con otros actores desconocidos, cuyos papeles, principales o secundarios, conformarán nuestro carácter. Seremos también actores, principales o secundarios, en escenarios paralelos, y juntos todos interpretaremos cada instante la compleja sinfonía de la vida, el hecho mismo de vivir.
Quiero que la vida escriba en mi guión muchos capítulos. El de las risas, para animar al triste; El del sufrimiento, para aprender a ahogarlo; El de la esperanza, para llenar vacíos; El de la humildad, para respetar los años; El de las canciones, para aliviar silencios; El de los sueños, para poder contarlos; El de las alegrías, para pintar momentos; El de las tristezas, para recordarlos; El de las penurias, para resurgir; El de la cordura, para evitar lo malo; El del arrojo, para no bajar la guardia; El de la elegancia, para tender la mano; El de la sabiduría, para desdeñar conjuros; El de la amistad, para no desearlos; El de la paciencia, para prepararme; El del tiempo, para enmendar fallos; El de la libertad, para poder quererte; El del amor, para no olvidarnos.

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