Monday, January 16, 2006

INSOMNIO.

Esta noche no quiero dormir.
He pasado un día pleno de sensaciones. La mañana despertó prometedora, en casa de unos buenos amigos (los mejores) con los que, delante de una exquisita taza de café, terminamos de contarnos esto y aquello. ¿Quién me iba a decir a mi que el secreto de la vida está en una taza de café?. Tuvimos que marcharnos pronto, pues yo tenía una cita obligada con una persona que descansa para siempre. Aunque hablo con ella todos los días lo cierto es que pocas veces me he presentado delante de su lecho, y la fecha era propicia para enmendar un tanto mi desidia. Le pedí (como siempre hago) que me ayudara en lo cotidiano, prestándome la calma que, por distintos avatares de la vida, a veces me falta, y salí reconfortado para encontrarme con mi hermano y celebrar, juntos, que ella nos sigue uniendo.
Ni siquiera pude almorzar; Las responsables de tamaña falta de delicadeza con la sobremesa fueron unas estupendas cervezas en buena compañía, y me fui a ver una exposición magnífica de arte contemporáneo que se celebra estos días en mi ciudad. Tras descolocarme durante una hora ante las cosas que son capaces de hacer (y de deshacer) esos extraños seres humanos conocidos como "artistas contemporáneos" cumplí un compromiso previamente adquirido, consistente en pasar la tarde en casa de otros amigos que tienen a su cargo un familiar culpable de haber desperdiciado su vida.
Transcurrían las horas tan lentas como los lamentos del susodicho, cuando decidí llamar a mi hogar, agridulce hogar. La amable voz de mi no menos amable costilla bramó recordándome los segundos durante los que había materializado mi ausencia, y tomé el primer vuelo hacia mi casa, por supuesto en clase turista, que es la que encoge más el corazón.
Cuando llegué, la cocina de mi castillo parecía un paraje desolador. Un solo gesto del ama del calabozo hizo que me diera por aludido, y me dispuse a preparar la cena. Mi inicial instinto animal fue pronta y oportunamente corregido por los sabios consejos del ser más equilibrado que puebla la faz de la Tierra, quien me obligó a replantearme la proporción de mi grasa corporal.
Consciente de mi desdichado aspecto, no sin antes reflexionar largo y tendido, abordé sin mayores dilaciones un atractivo menú:
De primero compuse La Ensalada de Lechuga sobre Lecho de Porcelana Pelada: deliciosas variedades de lechugas con multitud de divertidos colores: lechuga morada con trazas de lechugas blanca y verde, con emulsión derramada de aceite de oliva, acompañada con finas tiras de champiñón desgrasado y cebollitas del huerto del Tío Iker.
De segundo, El Huevo Triturado sobre Plancha de Sartén Caliente al Aceite de Maíz.
Seguidamente procedimos a cambiar el sabor gracias al frecor de un vaso de Jugo de Caño de Inmueble Urbano, hasta dar paso al postre:
La Crema Agria del Zumo de Teta de la Vaca de Tía Edurne (no es que la tía Edurne sea una vaca) con Frutos Rojos del Bosque del Abuelo Ion (delicioso dessert vulgarmente conocido como "yogur con frutas").
Finalizamos nuestro menú con un nutritivo vaso de Moka Descafeinada a la Crema de la vaca (etc. etc.) con Crujiente de Ambrosías Redondas de Aguilar de Campoó.
Decía que esta noche no quiero dormir. Y es que el ruido de mi estómago no me lo permite. Mejor. Así aprovecharé para contarle unas cuantas cosas a la Luna Nueva sobre mi enemiga íntima. (Schsssst: lunita, lunera: creo que ya me quiere un poquito).

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