Wednesday, November 22, 2006

NOCHE DE TORMENTAS


Estaba despierto pero creí que soñaba. La brisa marina acariciaba nuestros cuerpos que se mecían sobre las aguas de un mar infinito. Rítmica, acompasadamente, las olas nos llevaban, nos subían y bajaban, y como único testigo, junto al horizonte, la luz apenas visible de la atardecida. Me vi envuelto en un tirabuzón imposible, y tus manos sujetaron las mías, como si temieras perderme. Poco a poco creció la marea y arreció el viento. Tu respiración agitada, la mía entrecortada. Recuerdo que cerraste los ojos, y gritaste. Y de pronto el silencio y de nuevo la calma. Sólo entonces nos dejamos arrastrar hasta la playa que invitaba al reposo de su arena cálida. Descansamos unos instantes. Fueron albores de una noche muy larga.

Dormimos unos instantes, y desperté al notar de nuevo tu cuerpo mojado sobre el mío, a la luz de la llama de una vela apenas perceptible, empeñada en ser de nuevo testigo en la tormenta. Y nuestras sábanas quisieron ser de nuevo playa, y tu aliento brisa que acariciaba nuestros cuerpos ardientes. Y otra vez mis dedos enredaron tu pelo en un tirabuzón imposible, y de nuevo fuimos olas que subían y bajaban. Y de nuevo fuimos playa, y tormenta, y brisa, y calma.

Fue una noche muy, muy larga.

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