Friday, June 09, 2006

CANCIÓN PARA UNA DESPEDIDA


Querida amiga:
B. no está ya entre nosotros. Ha querido ser libre, y lo ha conseguido.

Cuando lo supe mi aliento se cortó en el aire, y a la incredulidad siguió la más profunda tristeza. Mi amiga del alma, la mejor persona que he conocido, ha decido adelantar su viaje. Con su partida se ha inundado de pena mi alma, y me siento solo.

Tú me conoces y sabes que no hablo de estar solo. La soledad, por decisión propia, ha sido mi compañera a lo largo de mi vida. No necesitaba más compañía que mi guitarra para saberme amparado. Así fue desde siempre, hasta que la conocí treinta años atrás, cuando vivía mis días en calles entonces extrañas, convertidas gracias a ella en un hogar que hoy tanto añoro.

Entró en mi vida como un soplo de aire fresco y consiguió, sin pretenderlo, ocupar miles de páginas en el libro de mis recuerdos. Aunque no conviviéramos juntos ella estaba conmigo, y yo con ella. Una llamada de teléfono, o una carta, eran los instrumentos que nos servían para olvidar nuestra distancia geográfica. Sin embargo, su solo recuerdo ha sido cercanía, me ha acompañado a cada instante, ha acariciado mi corazón y ha llenado todos los rincones de mi alma.

Hoy, insisto, he conocido la dimensión de la Soledad. Es un sentimiento profundo, el que dota de significado a la esencia misma de la tristeza; Es la soledad nacida de la nostalgia que produce la lluvia que no cesa; la de la vela que no alumbra tras derretirse su cera; La del viento de otoño que arrastra hojas siempre secas; La de saber que ya no podré recordarle tantos momentos compartidos, como cuando Mozart erizaba, con su “Lacrimosa dies illa” nuestra piel en un Réquiem que se me antoja ahora más angustioso que nunca; o como cuando Neruda nos enamoraba con unos versos que son aún más tristes esta noche: “fue tan corto el amor... y es tan largo el olvido…”.

No. B. no está ya entre nosotros. Si siguiera su ejemplo trataría de buscar, como ella hacía, el lado bueno de las cosas, y entonces pensaría que allá donde esté alguien estará disfrutando de su sonrisa, de su comprensión, de su elegancia, de su discreción y de su amabilidad.

Sin embargo, sé muy bien, amiga mía, que yo no soy como ella, y que necesitaré mi tiempo. Hoy sólo quiero llorar, y conmigo llora mi vieja guitarra a cuyas notas me aferro más que nunca para acompañar este sinsentido. Y lo hago para saber que, lo quiera o no, yo sigo aquí, a solas con mis recuerdos. Y querré recordarla mientras viva porque sé que entonces seguirá conmigo.

Trataré que esta noche mi canción le acompañe. Mi corazón ya está con ella.
Hasta que apunte el día y huyan las sombras,
Me iré al monte de la mirra,
Y al collado del incienso.
Toda tú eres hermosa, amiga mía,
Y en ti no hay mancha.

Cantar de los Cantares (Salomón)
Capítulo IV, versículos 6 y 7.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Sólo enviarte un beso y decirte que lo siento...

17/8/06 11:49 AM  

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