Monday, January 16, 2006

LECCIÓN DE GEOGRAFÍA.

Aquellas mañanicas de mayo fueron especialmente virulentas. Parecía como si el sol de la primavera siempre saliera en otra parte. El frescor de la mañana hacía que frotara sus manos continuamente, y con matemática puntualidad, nada mas sonar el timbre, el anverso de su apéndice nos indicaba que debíamos entrar en clase. Sólo entonces parecía desmoronarse el inmaculado orden de aquella fila. Nadie rompía los esquemas de aquella fila, al menos no conscientemente.
Tras las preces de rigor, nos concedió apenas cinco minutos de repaso, y después sacaría al azar a cualquiera de nosotros. Yo era conciente de que podría tocarme a mí. De poco servía intentar esconderme tras la espalda de C…, el compañero que se sentaba justo delante de mí; Su espalda era casi tan amplia como el propio aula, pero no ocultaba lo suficiente. Ni siquiera cuarenta y cinco alumnos eran suficientes ante unos ojos que buscaban que no existiera la casualidad.
Geografía nunca fue una asignatura fácil, y menos aún cuando se han vivido únicamente diez años de edad. Recuerdo que durante la espera colgó aquel mapa marrón. También su traje era marrón, como el Macizo Galaico objeto de estudio. Mi corazón martilleaba furioso, sin ritmo, provocando a la sazón un aleteo indescriptible a la altura del estómago. Las probabilidades de que me tocara demostrar en público mis desconocimientos eran escasas, pero existían. Se agolpaban en mi cabeza muchos pensamientos; Me odiaba por no haber dedicado el tiempo suficiente durante el fin de semana a aprenderme el Macizo Galaico, y juraba que si esa vez me libraba nunca jamás volvería a entrar en clase sin saberme la lección.
C. el de la gran espalda, se mostraba especialmente tranquilo; Se notaba que había estudiado; Quizás por ello sus labios mascullaban un leve “yo,yo,yo” cuando don Isidoro tomó entre sus dedos la lista. El martilleo crecía hasta el paroxismo ante la sola idea de que hiciera caso al mascullante. Después de M.C. la lista proseguía en M.G, yo era M.G., y yo no mascullaba “yo,yo,yo”. Al mismo tiempo la actitud de Gran Espalda en parte me tranquilizaba, pues don Isidoro había dado múltiples muestras no obedecer a nadie. El buscaba a personas como yo, pero en esta ocasión la proximidad de los apellidos probablemente me librara y sus ojos se dirigieran al principio o al final de la lista… o ¡tal vez no!. ¡Seguro que había escuchado el martilleo!.Uno tras otro se agolpaban mis pensamientos mientras intentaba recordar si dentro del Macizo Galaico existían ríos navegables. Aterrado vi que sus labios se abrieron para pronunciar finalmente el nombre. Siempre me llamó la atención que de aquel grosor pudiera brotar una voz más bien aflautada, voz cínica de hombre ya viejo, voz sabedora de su elección. Y arrastró mi nombre: ¡M...G....!. ¡Ay, mamá!, pensé.
Al tiempo que me levantaba de mi pupitre de madera pude escuchar el suspiro de los absueltos. Él era un hombre de costumbres y no salteaba nombres; prefería hacer barridos por zonas. Solo los siguientes en la lista se apresuraban a repasar ávida y atropelladamente los párrafos de la lección. A medida que me acercaba hacia la pizarra los compañeros volvían hacia mí su vista. Sabía que no podía esperar miradas de comprensión. Eran tiempos difíciles, y sólo los reos que iban a ser inminentemente ejecutados podían disfrutar del consuelo de un último apoyo. Las miradas de los compañeros se unían a las sonrisas del que, por ese día, se había librado.
Mientras me entregó un largo puntero de madera su flauta inquirió: “El Macizo Galaico”. Noté unas tremendas ganas de orinar, y tardé en responder.
“¡¡¡EL MACIZO GALAICO!!!”. -Temblé-.
Mis labios tiritaban al mismo ritmo que mi mente trataba de recordar si la respuesta adecuada era aquella de que “El Miño, Duero, Ebro y Nervión son navegables en pequeños tramos de su curso, y el Guadalquivir hasta Sevilla es el mayor tramo navegable, gracias a la construcción del Canal de San Fernando”. Algo tan complicado no podía ser erróneo, y señalando la provincia de León exhibí mis vastos conocimientos sobre el Macizo Galaico y su río Guadalquivir.
Las risas de los demás compañeros se hicieron notar rápidamente, y don Isidoro no estaba dispuesto a acallarlas. Seguramente fueron los nervios, no lo sé, y empecé a esbozar mi propia sonrisa. Hasta ese momento no me había percatado, pero junto con la primavera paracecían haber llegado las primeras tormentas, porque uno de sus truenos se descargó furibundo sobre mi cara, explotando el mundo en mis ojos y mi nariz. Un pitido interminable sacudió mi oído mientras se apartaba con una caricia aquella mano hueca. Todas las risas se cortaron, todos los ojos se clavaron en los libros.Una mirada de profundo desprecio me indicó el camino de regreso a mi pupitre de madera.
“¡¡¡¿A ESTAS ALTURAS?!!!”, bramó.
La vergüenza que sentía impedía mi llanto. La vergüenza y la tremenda sensación de que de nada serviría buscar ayuda. Tenía sólo diez años, pero desde hacía mucho tiempo había descubierto que no existían los cuentos de hadas. Entre risitas de los compañeros me senté. La prueba había terminado, y hasta dentro de muchos días seguramente no me volvería a llamar.
Al cabo de unos minutos la cara me seguía ardiendo, pero ya no me dolía. Poco a poco me fui calmando, y sin hacer demasiado caso a la formación de la Cordillera Bética recurrí a mi viejo truco: me reconforté, como tantas y tantas veces, recordando el programa “300 millones” de Televisión Española, el cual podía ver porque lo daban los domingos y no por el UHF.
Recuerdo que, en un momento concreto de la emisión, un avión de IBERIA volaba hacia mis sueños, surcando, de este a oeste, la pantalla de aquel televisor VANGUARD en blanco y negro en torno al cual mi padre olvidó que tenía una esposa con la que pasear.
Y todas las noches, después de rezar, yo volaba dentro de aquel avión.

1 Comments:

Blogger Elisabeta said...

Yo también rezaba todas las noches antes de dormir...Creo que todos tenemos un terrible Don Isidoro en nuestras memorias...en mi caso era un profesor temible de matemáticas el que me causaba tanto temor en clase y deseaba volverme invisible...

26/2/06 3:54 AM  

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