Sunday, February 26, 2006

CARTA A UNA AMIGA QUE SOÑÓ CON SER LIBRE


Mi querida amiga:

Ante todo quiero darte las gracias por tus muestras de cariño. Es muy bonito saber que existe alguien que sabe escuchar los momentos difíciles por los que pasamos las personas. Tus palabras no sólo me animan a seguir luchando por lo que más quiero en el mundo, sino que me dan fuerzas para darme cuenta de que cada nuevo día es un regalo, un don que recibimos para volcarnos en los demás. No sabes cuánto de agradezco tu apoyo, si bien pienso honestamente que aún me queda mucho por hacer antes de aceptar que me he ganado esa admiración que manifiestas profesar. En cualquier caso quiero que sepas que sólo el hecho de que hayas pensado en mí ha conseguido que merezca la pena cada minuto empleado por mejorar a mi niña. Es mucho más que lo que nunca soñé alcanzar.

Sin embargo, has de saber que existe una razón por la cual me siento mucho más agradecido a ti: el haberme contado también tus penas. Hablas de mí pero lo cierto es que tú también has sabido llegarme al corazón con tu propio relato corto de momentos difíciles.

Has debido de pasar situaciones personales muy duras, e imagino que habrás tenido que luchar en muchos frentes de batalla. Por un lado, como muy bien dices, vivimos en tierras de una gran pobreza espiritual; Existen a nuestro alrededor muchas personas que prefieren verte formalmente unida, aunque estés hundida, que separada aunque estés feliz. Son personas que no perdonan verte sonreír, porque tu rostro refleja exactamente lo que muchas de ellas hubieran un día deseado hacer y no se atrevieron. A esas personas no debes dedicarles ni un minuto de tu atención. No engrandezcas a quienes no son más que simples miserables.

Por otro lado, imagino, habrás tenido que afrontar los frentes familiares, tanto a tu familia más directa como la de tu marido. Es lo cierto que cuando una persona se une en matrimonio no sólo se vincula a su pareja, sino a su familia, con sus creencias, costumbres y convicciones. Y anuque es verdad que una separación puede ser un soplo de aire fresco en la cara cuando la fiebre te consume, esa misma brisa se convierte en un vendaval que de forma incomprensible todo lo arrasa dentro de los hogares donde una ruptura es un problema que ocupa un asiento preferente a la mesa a la hora de comer. Desconozco si esta ha sido tu situación, pero a mi modo de ver se trata del trago más largo de esta amarga bebida, porque la separación de tu pareja no debería suponer al mismo tiempo tener que romper con otras personas a las que durante años has tratado, respetado, cuidado y querido.

El grupo de "conocidos" sí puede ser el que más daño puede hacer en el día a día. De repente, sin comprender el porqué, una tarde te das cuenta de que muchas de las sonrisas que antaño eran complacientes se tornan en cínicos gestos ahora, que las palabras que un día ofrecían amistad se han convertido en rumores a escondidas y que los abrazos que te acogían se han convertido en el ahogo que te roba el aliento. Para muchas personas de ese grupo eres poco menos que una delincuente. Pero el delito cometido no sólo es haber rehecho tu vida, sino haber dado tú el primer paso para convertirte en una mujer libre. Para intentar comprenderles podrías plantearte qué habría sucedido si hubiese sido al contrario, es decir, si hubieras sido tú la abandonada. Pues bien: tampoco te preocupes demasiado porque las cosas no habrían sido mucho mejores, ya que, en tal supuesto, muchos "conocidos" estarían dispuestos a ayudarte ofreciéndote recoger tus restos de mujer abandonada a cambio de que aceptaras el consuelo de su cuerpo caliente entre tus sábanas de raso. Ni un minuto de tu atención.

Con respecto a quien fue tu marido, sólo él y tú conocéis la única verdad de lo sucedido, y como única verdad me refiero a esa certeza íntima que ha conducido a que el amor de entonces sea el dolor de hoy. En cualquier caso, hay en el mundo magníficas razones que os unen, las cuales (si no lo han hecho ya) comprenderán algún día que fue preferible escoger diferentes caminos antes que andar al unísono una estrecha senda de roces, heridas y reproches. Por ellas, y para ellas, debéis respetaros. Y ten paciencia con él pues necesita su tiempo: no debe ser fácil saber que ha perdido algo tan bello.

Encuentra tu sito, amiga mía, y acepta la mano de los que merecen la pena. Son pocos pero están ahí: tus amigos, poquitos pero buenos, los que te quieren y respetan, compartan o no tu decisión. Cuídalos, pues serán ese hombro que vas a necesitar muchas veces sin pedirte nada a cambio.

Con el deseo de que alcances la tranquilidad que ahora te falta recibe un abrazo.

Friday, February 24, 2006

LA PRIMERA VEZ, A LA LUZ DE LAS VELAS


La primera vez, a la luz de las velas.
Recordarás sin duda el momento que fue. Tarde tranquila, albores de otoño, augurio de una vida a punto de surgir. Una cita, una cena, un gesto y mil palabras ahogadas. Callábamos nosotros y hablaban los deseos.
Una habitación (la de dentro, ¿recuerdas?), manos atropelladas, aliento entrecortado, labios entreabiertos, ojos cerrados y un te quiero clavado en el alma. Después, la entrega silente, dulce y reposada, como brisa que alivia el sudor caliente. Solo una testigo miraba, curiosa, tímida y temblorosa que vibraba con nosotros y con nosotros tiritaba: la luz de las velas, momento de vida detenido en un instante. Vida que se mece junto a la sombra proyectada en la pared por la llama tenue.
La luz de las velas, que sabe a tardes de Otoño, a habitaciones frías recién confortadas. La luz de las velas, que huele a tierra mojada, a lluvia fresca, a pan caliente. La luz de las velas, que no sabe de prisas y tampoco las quiere. Que prefiere el lento paso del tiempo , y que sólo cuando te marchas se apaga en silencio, pues es una dama que siempre sabe cuándo partir.
La luz de las velas, la que danza contigo; Que te confunde, celosa, con el trigo que cimbrea en tu cintura. La luz de las velas, que quema los campos de tu lecho, sábanas que arden con el roce de tu piel. La luz de las velas, la que sabe de esperas, de alientos cortados frente a tu desnudez. Que se inclina ante tu cuerpo, porque es luz que respeta. Mirada discreta que sabe callar como callan las bocas cuando gritan los sentidos.
La luz de las velas, luz ardiente que derritió la cera como tu frente mojada instantes de placer. Sudor de gotas perladas, llamas que ahogaron susurros y que quieren de nuevo sentirse apagadas.
La luz de las velas, testigo callada que siempre se enciende, pues sólo necesita ser animada.
Testigo única, que mira discreta y calla para siempre.

Thursday, February 23, 2006

LA VIDA NO SIGUE IGUAL


De todos los días que vivimos pocos hay que al final de nuestras vidas signifiquen cosas verdaderamente importantes. Recordamos nuestros cumpleaños, aniversarios entrañables y no tan entrañables... Sin embargo, los recuerdos tienden a diluirse con el paso del tiempo, y llega un instante en la vida que supimos que algo verdaderamente crucial sucedió, aunque no rememoremos todos sus detalles.
Hoy, 23 de febrero de 2006, significará sin duda mucho para mi en un futuro. Si esa fecha es recordada por el común de los españoles como el del aniversario de un absurdo y afortunadamente fallido golpe de estado, yo lo recordaré como el día de un desafortunado y certero golpe a mi alma. Mi padre, hospitalizado desde hace nueve días, ha empeorado su estado de salud, y entre algunos médicos vislumbro gestos que desvelan una despedida no muy lejana. También hoy mi hija ha ingresado en el mismo hospital a consecuencia de una convulsión ocasionada por su deficiente capacidad respiratoria. Ambos están graves, y en ambos su futuro es muy incierto.
Estoy en casa durmiendo con mi hijo, mientras mi mujer vela la inquietud de la niña. Intentaré que mañana sea un día normal para el hermanito. Le prepararé un buen desayuno y le acompañaré a su colegio, como de costumbre. Después acudiré al hospital, para saber qué opinan los pediatras, en especial el neurólogo de los niños. Desconozco cuántos días tendremos que permanecer ingresados, y por supuesto inútil es pensar en posibles desenlaces.
Es curioso: entre apenas tres pisos de un edificio se desenvuelven, probablemente, los momentos más duros de mi vida. Esperaré acontecimientos con calma, pero debo confesar que no puedo evitar sentir temor.
¿Alguien me invita a tomar un café?.

Sunday, February 19, 2006

FRASES COMPARTIDAS


A veces los días nos ofrecen tristes monotonías, y otras veces tremendos contrastes.
Estoy contribuyendo a cuidar de un hombre enfermo al que 94 años contemplan. Nació cuando moría el invierno de 1911, el mismo invierno que hoy se empeña en que la savia de la primavera no llegue a correr de nuevo por sus venas tan fácilmente. Postrado en su cama de hospital sólo lucha por no causar molestias. Abandono su habitación blanca acompañado de ese sentimiento de que pronto terminará su estancia, pero no en el hospital, sino que su partida, esta vez, será más lejana y distante.
Las cosas no van mucho mejor en casa. Una niña de cinco años acapara de nuevo toda mi atención. Últimamente sufre más convulsiones que de costumbre, y el miedo y el dolor se reflejan en sus pupilas, y en las mías, con más fuerza que nunca. Su problema fue venir al mundo con una lesión cerebral apenas apuntada en los anales de la medicina.
Noventa y cuatro años frente a cinco. Una vida larga frente a una no vida. Un hombre vital frente a una niña que no lo puede ser. Miles de historias reídas, sufridas y compartidas frente a apenas unas sonrisas y muchos lamentos. Y en medio de ambos, una sola persona con un dolor diferente: el hijo que también es padre.
"Seguiré contigo hasta que puedas. "
"Lucharé por ti hasta que no puedas."
Noventa y cuatro años frente a cinco. Dos edades distintas, dos momentos diferentes separados por un siglo, y, sin embargo, las mismas frases compartidas por ambos, y a ambos, de todo corazón, ofrecidas.
Es hermoso vivir.

Monday, February 13, 2006

ESTA NOCHE, DE NUEVO


Quiero en mi velada cuidar de tus sueños mientras tú duermes tranquila. Te quiero y no lo oculto, y no callo que te quiero, ni me guardo que deseo mañanas a tu lado, aunque te sepa distante.
No son poemas los que añoro, sino tus pasos, tus risas y gestos perdidos. No son tus años los que quiero, sino los instantes cortos que hicieron latir mi vida. Ni tu cuerpo es mi deseo, sino tu sombra fugaz para llenar los recuerdos que no quieren serlo sin ti.
No. No es a ti a quien persigo, sino a tu memoria; La que informó mil cartas escritas con tinta de sangre, mil gritos con voz ausente, mil pliegos grabados en cuerpos consumidos al fuego lento de atardeceres de inviernos más cálidos que nunca.
De noche, y a escondidas, otra vez vuelven a echarte de menos unas sábanas que sueñan un reencuentro imposible. Noches blancas sobre satén negro.